Salmo 66:16,17,18,19

"Venid, oid todos los que teméis a Dios y contaré lo que ha hecho a mi alma. A él clamé con mi boca y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica". Salmo 66:16,17,18,19
 
Los milagros que Dios ha hecho en nuestras vidas tienen que ser contados. Nadie puede guardar en su corazón, como un recuerdo inolvidable, lo que Dios hizo. El mundo tiene que saber que tenemos de nuestro lado a un Dios que todos los días favorece a sus hijos con milagros y prodigios. Quienes conocen los relatos de las cosas maravillosas que Él ha hecho, y continuará haciendo, comienzan a acercarse al Señor porque ellos quieren lo mismo para sus vidas.

El cristianismo es la única religión en la cual ocurren los milagros y es porque Jesús está vivo y continua actuando. El Señor murió en la cruz; pero al tercer día volvió a la vida y desde entonces se encuentra a la derecha del Padre tomando en cuenta nuestras súplicas y derramando bendición sobre nuestras vidas.

Pidamos al Espíritu de Dios sabiduría y fuerza para mantenernos apartados de todo mal; sin embargo, todos sabemos que nos inclinamos, con mucha facilidad, a la debilidad de la carne. Pero, por eso, Jesús murió en la cruz para llevarse nuestro pecado cuando lo reconocemos, nos arrepentimos y clamamos para obtener el perdón. Dios no actúa igual con el pecador que mantiene su corazón endurecido y no se arrepiente del error que cometió. Podríamos decir que Él no lo toma en cuenta y la persona se arriesga a sufrir las consecuencias de sus repetidas acciones.

Honre y alabe al Señor con voz audible; que todos escuchen las palabras tiernas con las que usted exalta a quien hizo el milagro en su vida.

Que el Señor los bendiga. Lilliana M. Incera.