"Feliz el hombre a quien sus culpas y pecados le han sido perdonados por completo. Feliz el hombre que no es mal intencionado y a quien el Señor no acusa de falta alguna. Mientras no confesé mi pecado mi cuerpo iba decayendo por mi gemir de todo el día, pues de día y de noche tu mano pesaba sobre mi. Como flor marchita por el calor del verano, así me sentía decaer". Salmo 32: 1,2,3,4.
El hombre puede disfrutar verdaderamente de su libertad cuando se arrepiente de lo que hizo o dijo y pide perdón a quien ofendió; de lo contrario, la persona no podrá vivir en paz pues su conciencia constantemente le recordará el mal que hizo. Un sentimiento de condenación y culpabilidad acompaña al pecador y el recuerdo de sus actos pecaminosos lo irán consumiendo poco a poco, robándole la alegría y la tranquilidad.
Algo tan sencillo como una palabra hiriente que se dijo contra alguien es suficiente para perder la libertad y, muchas veces, el orgullo no permite pedir perdón y el recuerdo de lo acontecido será como una piedra en el zapato, como un verdadero estorbo el cual estará presente hasta que, con humildad, se de un genuino arrepentimiento el cual romperá las cadenas que se mantenían como verdaderas ataduras.
De nada valen los regalos y las adulaciones con las cuales el pecador intente enmendar sus errores; mientras no pida perdón la paz no retornará a su vida aun y cuando su apariencia demuestre lo contrario. Dios perdona nuestros pecados: no importa si son leves o muy grandes Él los perdona cuando descubre en el corazón un verdadero arrepentimiento.
De igual manera, nosotros debemos seguir su ejemplo y perdonar a quienes nos ofendieron o pedir perdón cuando ofendimos. Cuantas veces debemos perdonar?,setenta veces siete dice
Que el Señor los bendiga.
Lilliana María Incera Villalta
San José, Costa Rica