“Si tu ley no hubiese sido mi delicia ya en mi aflicción hubiese perecido. Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos porque con ellos me has vivificado”. Salmo 119: 92, 93
El salmista escribió sabiamente y mostró un profundo agradecimiento al reconocer que sin el conocimiento de la Palabra de Dios hubiera muerto pues estaba pasando por momentos de aflicción y duelo; por ese motivo, advierte que jamás olvidará la Palabra que brotó del corazón de Dios pues le dio sostén, vida, gozo y paz en momentos de angustia. Al igual que el salmista, a nosotros nos conviene conocer y atesorar, en nuestro corazón, la Palabra porque ella nos dará vida y cambiará nuestro lamento en danza.
Que el Señor los bendiga.
Lilliana María Incera Villalta
San José, Costa Rica